viernes, 20 de noviembre de 2015

Ensayo



Se señala a Miguel de Montaigne (1533-1592)  como el creador del ensayo moderno. En el siglo XVI, Montaigne comenzó a escribir anotaciones muy breves con la idea de desarrollarlas ampliamente más adelante y decidió llamar a estos escritos ensayos. Sin embargo, muy pronto Montaigne se dio cuenta de que tales anotaciones tenían un carácter autosuficiente. Muchos de estos trabajos permanecieron como originalmente él los había escrito y nunca perdieron su valor filosófico.

Las definiciones tradicionales apuntan a que un ensayo es un escrito generalmente breve, en prosa, cuyo fin es discutir o disertar en torno a un solo tema, de una manera muy personal,  pero sin el interés de agotarlo.

El ensayo se distingue del cuento porque   maneja ideas, directa y exclusivamente. No cuenta una historia, no tiene personajes, no se vale de un lenguaje figurado que pueda evitar una posible interpretación incorrecta de esas ideas ni y es anecdótico. Tampoco debe utilizarse para narrar experiencias personales, sino para plantear y discutir ideas. Como probablemente sea el menos artístico de los géneros literarios, se le puede llamar ciencia más que arte. Su carácter científico radica en que sus opiniones están basadas en una observación seria o en una investigación previa a emitir esas opiniones. Ningún ensayista puede darse el lujo de sustentar opiniones que no sean serias y bien pensadas, porque de ellas partirá la imagen que tendremos de su autor.

El ensayo se origina en ideas o suposiciones que su autor cree ciertas, de las cuales él está convencido y tiene interés en convencer a los demás, mientras que el cuento puede tener una buena dosis de imaginación y las ideas fluyen de un modo indirecto. Quiere decir, que un cuento nos obliga a interpretar y a inferir ideas, mientras un ensayo nos las dice claramente, sin incurrir en el riesgo de que entendamos incorrectamente las opiniones del autor.

Todos podemos escribir un ensayo porque estamos en condiciones de ofrecer nuestras opiniones, o sea, nuestro punto de vista acerca de un tema. Tenemos temas preferidos y todos somos capaces de ejercer un juicio propio sobre esos temas. De modo que el  punto de vista desde el cual se aborda el tema suele ser muy personal, a tono con nuestros intereses y nuestros gustos. Ese punto de vista es la postura desde la cual el autor de un ensayo nos dice cuáles son sus gustos, qué él favorece y qué rechaza.

Por lo general, un ensayo puede ser familiar o científico. Un ensayo familiar sería aquel que escribe cualquier persona (común y corriente), sin una preparación académica o científica sobre alguna materia, y que, sin embargo, considera apropiado y valioso emitir una opinión sobre un tema.  Podría ser que dos personas abordaran el mismo  tema en un ensayo, de forma muy diferente a tono con su preparación académica y sus intereses. Por ejemplo, una dama que es ama de casa podría emitir una opinión (familiar) en torno a los nuevos automóviles que se fabrican desde el punto de vista de la comodidad, el espacio, el color  y otros detalles relacionados con sus gustos, pero un ingeniero automovilístico debe  escribir un ensayo (científico) que demuestre su nivel de entendimiento en torno a la ingeniería automotriz.  Un estudiante de historia puede emitir una opinión familiar sobre un hecho histórico, pero un profesor de historia debe enjuiciar científicamente ese hecho histórico. Una persona que va al teatro a entretenerse opina sobre sus gustos, pero un crítico de teatro basará sus opiniones en la excelencia de todos los aspectos de la obra.

Véase entonces, que un ensayo puede tener gradaciones o niveles a tono con nuestra preparación. Claro está, un lector exigente pedirá que el tema se maneje a la mayor altura posible de modo que él aprenda más y que los conocimientos recibidos sean estrictamente depurados, y si es posible, se originen en pruebas fehacientes. Para lograr que un ensayo adquiera totalidad (que esté completo en todas sus partes) es bueno seguir cierta estructura. Ya sabemos que se le llama estructura a las tres  partes del ensayo. Un cuento lograba su estructura si tenía principio, medio y fin. Pero para lograr esto mismo, es necesario que el ensayo tenga introducción, cuerpo y conclusión.

La introducción se refiere a
la parte inicial que contesta básicamente a una pregunta: “¿De qué trata este ensayo?” El autor puede contestar esta pregunta de una forma directa, es decir, comenzando: “Este trabajo (ensayo, escrito, disertación) trata de...” O contestar de forma indirecta: “Durante el siglo XVIII, los emigrantes que vinieron a Puerto Rico...” Normalmente, la introducción se encuentra en el primer párrafo, ya que no es adecuado comenzar a hablar espontáneamente y en todas direcciones,  sin avisarle al lector de qué le vamos a hablar. El ensayo tiene que ver mucho con el orden, el tiempo y la paciencia del lector.  Un ensayo bien estructurado facilita su comprensión.
El cuerpo se refiere al número de párrafos que hay en medio de la introducción  y la conclusión; es decir, desde el segundo hasta el penúltimo. La extensión del cuerpo depende de la totalidad que el autor quiera conseguir, ya que únicamente, quien escribe, sabe cómo debe extender o limitar su tema.  Quiere decir que los ensayos deben ser selectivos y ajustarse exactamente a lo que es materia de reflexión, sin desviarse por senderos inútiles que nada tengan que ver con el asunto tratado. El cuerpo lo constituyen los distintos ángulos desde los cuales el escritor ve el mismo asunto. Cada ángulo debe ir en cada párrafo para que el cuerpo quede debidamente dividido en diferentes párrafos y así se alcance la totalidad deseada. El cuerpo del ensayo  estaría terminado si la persona que redacta entiende que ya no tiene nada que añadirle o que quitarle a su razonamiento; a menos que se trate de escribir un trabajo asignado a cierta cantidad de páginas.  Por lo tanto, el cuerpo es la parte más importante porque contiene el razonamiento y las opiniones del autor. Aquí se aprovecha para discutir, ampliar, ejemplificar y en general para convencer al lector de que piense como piensa el autor. El detalle de convencer es muy importante porque un ensayo es siempre un intento para poner en la mente del lector unas nuevas ideas sobre un tema o modificar sustancialmente las que tiene. Un ensayista astuto puede sospechar por anticipado cuáles son las objeciones que el lector tendrá a sus 
planteamientos y discutir esas objeciones antes de que ese lector se convierta en adversario.

La conclusión es la parte final del ensayo y se limita a establecer de una manera categórica y clara, el resumen de creencias favorecidas por el autor, luego de haberlas seleccionado como las más importantes de su razonamiento. Estas ideas, suelen ser una repetición de lo que se ha dicho en el cuerpo, pero esta vez, extraídas aparte y muy brevemente con el propósito de que el lector las  recuerde más que otras.Esas otras, en realidad fueron apoyo o ejemplificación, pero las ideas concluyentes son la médula del trabajo y la última impresión que el lector debe tener en su mente cuando finalice la lectura. La conclusión es un aviso insistente de aquello que el lector debe recordar.
También un ensayo debe mantener un juego continuo entre la exposición y la argumentación.  Se entiende por exposición enterar claramente al lector de nuestra forma de pensar. Quiere decir que en todo momento el ensayista debe lograr ser entendido. Debe asegurarse de que al hablar (escribir) el lector va captando aquello que desea transmitirle. Si una persona realiza una lectura y no está entendiendo lo que se le quiere plantear, debe ser porque la forma de comunicar no es clara o porque las condiciones circunstanciales del lector no son las mejores en ese momento. El autor viene obligado a que su escrito se mantenga siempre en un nivel comprensible. Emplear el rebuscamiento filosófico y la artificiosidad lingüística exagerada, es trabajar en contra de la exposición. De esa manera, el lector terminará rechazando el escrito y con un juicio adverso a nuestros extraños planteamientos.



La argumentación es el procedimiento mediante el cual el autor defiende sus ideas ante el peligro de ser rechazadas; ese peligro existe en todo momento, por lo tanto, la defensa tiene que ser sin cuartel. La argumentación (defensa) se vale de ejemplos, ampliaciones, detalles y todas las técnicas necesarias para hacernos creíbles y confiables ante la vista del lector. La argumentación debe estar respaldada por una sólida formación cultural, cuando el ensayo es científico o por unas profundas convicciones cuando el ensayo es familiar. El poder y la fuerza de nuestra argumentación  decidirán el grado de convencimiento con el cual operan  nuestras ideas en la mente del lector y en qué medida se le gane para que piense como nosotros. Por lo tanto, no podemos decirle lo primero que se nos ocurra, sino un razonamiento cuidadoso y pulido que le ayude a experimentar un verdadero crecimiento intelectual. Los ensayos siempre deben eliminar lo trivial, lo ordinario, lo que todo el mundo ha dicho y por qué eso son fórmulas gastadas sin interés alguno;  siempre debe perseguirse la originalidad, lo novedoso, lo diferente, lo sorprendente, lo que el lector no esperaba que se le dijera y por lo tanto, le resulta importante. 

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